Un zumbido permanente se ha instalado en los oídos de la gente. Un incordio machacón que no permite disfrutar de la tranquilidad de esperar un rato a ver si se oye algo. Somos ruidosos y hacemos ostentación de ello. La tecnología nos ayuda. Los más jóvenes optan por recluirse en su propio ruido, el de los auriculares, mientras la ciudad se extiende por zonas conflictivas y sus vecinos tristemente se tienen que acostumbrar a esa tortura.
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Fuente: www.elperiodicodearagon.com